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martes, 5 de abril de 2011

FORMA Y COLOR DE LA VERA CRUZ DE CARAVACA

La Cruz de Caravaca, como todo el mundo sabe, es un Lignum Crucis, es decir, un leño cruciforme de doble traversa perteneciente al madero en que según la tradición cristiana fue crucificado Jesucristo. Un Lignum Crucis, como decíamos, que tradicionalmente ha sido embutido en engastes y relicarios para, primero, preservarlo del deterioro ocasionado por el uso continuo y prolongado a que se ha visto sujeto y, después, para su mayor honra y lucimiento. Hasta tal punto ha llegado la asociación entre el madero y su relicario que a algunas personas, hoy día, les resulta imposible diferenciar entre continente y contenido. Todo el mundo conoce el relicario, al menos el actual, pero, ¿y el Lignum Crucis?

   El tamaño es conocido, principalmente por las descripciones que los antiguos historiadores caravaqueños nos han legado. Veamos que nos dicen:

   "Tiene de largo la Santissima Cruz de diez partes de vna quarta de nuestra vara vsual las ocho; los braços largos de abaxo quatro partes y media: y los de arriba tres partes, y de gruesso poco mas de media parte." (Robles Corbalán, 1615). La equivalencia, según Gregorio Sánchez Romero, sería 16,72 cm de largo; 6,27 cm la traversa superior; 9,40 la inferior y alrededor de 1,75 cm. de anchura (Sánchez Romero, 2001).

   Sigue un prolongado silencio documental hasta el pequeño opúsculo publicado por el profesor Quintín Bas, como respuesta a las conocidas críticas de la Real Academia de la Historia con motivo de la publicación de su primer trabajo sobre la historia de la Vera Cruz. Según Bas, las medidas aproximadas del madero eran las siguientes: 17 centímetros de altura; 9,5 centímetros el travesaño mayor y 6,5 el menor (Bas y Martínez, 1887). Medidas que no difieren en exceso de las ofrecidas por Corbalán.
  
En lo referente al color, Corbalán dice lo que sigue: “es como de canela clara…”; mientras que Bas, en su obra arriba reseñada, señala que “el sagrado Madero tiene á la superficie un color castaño; en los puntos desgastados por el contacto de cruces, se vé un color semejante al boj”. De todos modos, la apreciación del color no deja de ser algo subjetivo, aunque, sin duda, nos sirve como aproximación.

   Resulta, no obstante, más complicado precisar con entera exactitud si la Vera Cruz tenía los característicos remates lobulados reflejados en las representaciones iconográficas que se conservan a partir del primer tercio del siglo XVI. Según ha demostrado Diego Marín, mediante el estudio de la impronta dejada por la pieza donde se encajaba la Cruz en la arqueta de plata donada por el maestre Lorenzo Suárez de Figueroa, esas “pirámides truncadas y ensanches de formas semicirculares” no estaban presentes en el Lignum Crucis, teniendo, por tanto, unas terminaciones rectilíneas que concuerdan precisamente con la representación más antigua conservada de la Reliquia, la cual curiosamente se conserva en la arqueta de plata mencionada. (Marín Ruiz de Assín, 2004). Estas terminaciones, añade Diego Marín, podrían ser propias del primer engaste que tuvo la Vera Cruz, como veremos más detenidamente.

   Robles Corbalán parece insinuar con vagas palabras, cuando justifica la manufactura angelical de la Cruz aducida por Bleda, que estas curiosas terminaciones están presentes en la Vera Cruz.

   Pero es probable que el propio Corbalán no viera jamás las terminaciones reales de la Cruz, pues estas se encontraban recubiertas, como veremos, por un engaste de Oro, aunque, al parecer, las representaciones iconográficas que aparecen en la obra del citado capellán, según manifiesta el propio autor, son fieles representaciones de la Reliquia. En las dos que contiene la obra podemos observar el madero o Lignum Crucis y una fina capa, en blanco, que tal vez pudiera representar el engaste de oro que guarnecía la Vera Cruz. En estas dos representaciones se observa el madero con las características, y tan mencionadas, terminaciones lobuladas.

   Otro elemento de controversia: “…la figura idéntica á la del armazón ó engaste; brazos y asta son superficies planas, con los airosos remates á los extremos". Esto es lo que nos dice Quintín Bas en 1887. En cualquier caso, mi particular opinión, que dudo pueda interesar a nadie, es que la Cruz no tenía esos airosas remates a los extremos.

   A pesar de estos pequeños datos esbozados, siguen siendo mucho los aspectos que desconocemos de la Cruz, verbigracia, el tipo de madera que la compone (Chacón, por supuesto sin fundamento alguno, dice que la Cruz de Cristo podría ser de roble o encina): la manufactura (¿estaba hecha de una sola pieza o de varias?); la forma, etc.

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